Las inversiones y por lo tanto la producción de bienes y servicios, no deben hacerse como una aventura, sino que deben tener una sólida base en la que se apoyen. Esta base es la evaluación de proyectos; por supuesto antes de evaluar hay que formular de manera muy clara el proyecto. Uno de los aspectos más importantes de la formulación es el estudio de mercado, el cual debe describir las cantidades que se demandan así como otros datos básicos sobre proveedores, competencia, viabilidad o factibilidad etc., sin embargo normalmente el que desarrolla proyectos no tiene la función de realizar esta actividad, ya que para ello generalmente existen personas o empresas expertas dedicadas a efectuar estudios de mercado.
El estudio económico determina los costos totales en que incurrirá el proyecto, clasificándolos en costos de producción, administración, de ventas, financieros, etc. El fin de un estudio financiero no es la cuantificación de indicadores, como comúnmente se cree, inclusive en el argot de los evaluadores. El Valor Presente Neto, Costo Presente, Tasa Interna de Retorno, etc., no son más que una ayuda para evaluar. La parte medular de un estudio financiero más bien, es la propia generación y comparación de alternativas, que a semejanza de las opciones técnicas u organizacionales, tendrán que medirse desde varios puntos de vista (social, político, económico, etc.). En un estudio financiero se define de dónde provienen los fondos, a dónde van, y cómo son recuperados. Se estudia también los costos y beneficios derivados de todas las fases del proyecto (especialmente en la construcción y operación). Asociado al origen y destino de los recursos: los riesgos involucrados.
¿VIABILIDAD 0 FACTIBILIDAD?
Es frecuente encontrar en estudios de proyectos la denominación genérica de “factibilidad técnica económica», para titular el informe final de cualquier evaluación de un proyecto de inversión.
Si bien en el lenguaje diario se usan indistintamente los términos viabilidad y factibilidad, es conveniente aclarar la necesidad de su diferenciación, especialmente si se considera que el segundo corresponde a una etapa del ciclo del proyecto que tiene repercusiones importantes en los procedimientos y alcances que se exigirán al trabajo del evaluado
LAS DIVERSAS VIABILIDADES
Para recomendar la aprobación de un proyecto de inversión, el evaluador se enfrenta con tres viabilidades principales que investigar, entendiendo por viabilidad la «posibilidad de» o la «conveniencia de» realizar un proyecto: la viabilidad técnica, la viabilidad legal y la viabilidad económica.
Hay una cuarta viabilidad que es determinante en la realización de un proyecto, pero que no se incluirá en este texto: la viabilidad política, que corresponde a la intencionalidad, de quien debe decidir, de querer o no implementar un proyecto independientemente de su rentabilidad. Por ejemplo, por razones estratégicas o humanitarias, o simplemente por convenir a determinados intereses que pudieran estar en juego, podrá aceptarse un proyecto que muestre una rentabilidad negativa o rechazarse otro que tenga una rentabilidad positiva.
Sin embargo, el resultado de varios estudios realizados a causa del hecho de que muchos proyectos que al ser evaluados mostraron una rentabilidad positiva y que una vez implementados terminaron en un fracaso, nos lleva a señalar la necesidad de incorporar una nueva viabilidad: la gerencial.
La falta de capacidad de gestión explica, lamentablemente, el fracaso de muchas iniciativas de inversión que, en otras circunstancias, pudieron haber proporcionado importantes ganancias a los inversionistas que las llevaron a cabo.
Una de las pocas formas de que se dispone para estudiar la viabilidad gerencial es la calidad de proyecto que se elabora. Si en esta etapa tan relevante el inversionista demuestra incapacidad para hacer un buen estudio o para hacerse asesorar por un adecuado equipo de evaluadores, podría fácilmente presumirse que, una vez implementado su proyecto, mantendrá esta incapacidad.
LA VIABILIDAD TECNICA
La viabilidad técnica, que siempre debe establecerse con la ayuda de los técnicos especializados en la materia, busca determinar si es posible física o materialmente «hacer” un proyecto. Tal tarea corresponde a dichos especialistas y no puede ser asumida con responsabilidad por el evaluador económico del proyecto. Por ejemplo, sólo los expertos pueden, en sus respectivas áreas de especialidad, determinar si materialmente es posible construir un puerto en determinado lugar, obtener pectina de limón, producir papel de diario usando el bagazo de la caña de azúcar o reconvertir el plástico de desecho para utilizarlo como materia prima de otros productos plásticos.
Considérese al respecto lo absurdo que sería el hecho de que el evaluador económico tuviera que medir, con traje de buzo, si la profundidad de mar permite recalar a las naves que habrían de usar el futuro puerto; o que en un laboratorio haga pruebas para precisar el contenido de pectina de cierto tipo de limón; o que mida la temperatura de las aguas para determinar la posibilidad- de instalar un proyecto de piscicultura.
LA VIABILIDAD LEGAL
La viabilidad legal, Por otra parte, se refiere a la necesidad de determinar la inexistencia de trabas legales para la instalación y operación normal de proyecto.
Al igual que en la viabilidad técnica, su realización corresponde a los expertos respectivos, y en ella el responsable de estudiar su conveniencia económica tiene poco o nada que decir
Sin embargo, a diferencia de caso de la viabilidad anterior, el evaluador puede, mediante una investigación exploratoria, definir el marco de restricciones legales que enfrentará el proyecto. Muchas restricciones se encuentran hoy día, por ejemplo, en los planos reguladores para construir determinados tipos de edificios o para el cultivo marino en zonas que pudieran considerarse estratégicas para la defensa del país.
LA VIABILIDAD ECONOMICA
En el estudio de la viabilidad económica se pretende definir, mediante la comparación de los beneficios y costos estimados de un proyecto, si es recomendable su implementación y posterior operación.
En la concreción de esta viabilidad se reconocen tres etapas o niveles en que se clasifican los estudios de acuerdo con su profundidad y con la calidad y cantidad de información utilizada, siendo la última de tales etapas la de factibilidad. En este punto centraremos este capítulo, en nuestro intento de clarificar los conceptos, técnicas y metodologías acerca de la formulación y evaluación de proyectos.
COMO CONCEBIR UN PROYECTO
El estudio de un proyecto surge como respuesta a una «idea» que busca ya sea la solución de un problema o la forma para aprovechar una oportunidad. Un análisis preliminar de la situación debe permitir un juicio, también preliminar, de la posibilidad de concretar la idea en una acción.
Reconociendo la responsabilidad del evaluador de proyectos en la búsqueda de la optimización del uso de los recursos de los inversionistas, una tarea fundamental en esta etapa es la identificación de posibles opciones de solución. La evaluación de cada una de ellas posibilitará elegir la más conveniente para el inversionista o la sociedad. Obviamente, una alternativa importante podrá ser siempre no hacer nada. Esto se conoce como la situación base o situación sin proyecto.
Es usual, entre inversionistas e incluso evaluadores de proyectos, estudiar una iniciativa de inversión definida previamente, sin considerar la posibilidad de que exista una mejor solución.
LA IMPORTANCIA DE IDENTIFICAR OPCIONES
En una ocasión, por ejemplo, se presentó a un organismo financiero internacional un proyecto que demostraba la conveniencia económica - tanto privada como social- de construir y operar un nuevo servicio de salud en una localidad rural donde el hospital existente no tenía capacidad para atender la demanda de la zona. Al revisar los antecedentes proporcionados, se pudo detectar que la capacidad de este establecimiento debía ser suficiente para cubrir las demandas de servicios de salud de la población de la zona, de acuerdo con cualquier análisis y comparación de estándares.
Esta situación hizo necesario llevar a cabo un estudio que posibilitó determinar que el grado de conocimiento que los médicos tenían de sus pacientes, casi al extremo de amistad, los inducía a que, por consideraciones distintas de las exclusivamente médicas, los dejaran en recuperación por un período superior a lo usual en el resto del país.
En algunos casos, por tratarse de una anciana que al ser dada de alta volvería a sus esforzadas labores o, en otros, por tratarse de un niño al que harían trabajar en labores agrícolas antes y después de cumplir con su asistencia escolar. Sin siquiera cuestionar la posición de los médicos, de por sí valiosa por su carácter humanitario, pudimos demostrar, por la vía del absurdo, que a la comunidad le saldría más económico enviar esos pacientes al mejor hotel de la capital, con todos los gastos pagados, que construir un nuevo establecimiento hospitalario para ello. Obviamente, había otras soluciones más eficientes, como, por ejemplo, ampliar sólo el pensionado, comprar una ambulancia para trasladar a los pacientes a otro centro asistencial ubicado a 220 kilómetros de distancia, o una solución mixta entre ambas posibilidades. La nueva evaluación mostró que la última era la más conveniente, tanto desde el punto de vista privado como social.
MEDIR LA RENTABILIDAD DE LA IDEA
Para algunos autores, cada una de las posibilidades que se identifiquen pasa a constituir un proyecto y, como tal, deberá poder recomendarse el abandono, la implementación inmediata, la postergación o la profundización del estudio. Esta última se efectúa mediante una o más de las siguientes etapas, conocidas como de preinversión: perfil, prefactibilidad o factibilidad. Cada una de éstas se diferencia de las otras fundamentalmente en la cantidad y calidad de la información involucrada.
EL PERFIL DEL PROYECTO
La etapa de perfil es la más preliminar de todas. Su análisis es generalmente estático (compara, por ejemplo, los costos con los beneficios de un período tipo) y se basa en información secundaria, generalmente de tipo cualitativo, en opiniones de expertos o en cifras estimativas. Su objetivo fundamental es determinar si existen antecedentes que justifiquen abandonar el proyecto sin efectuar gastos futuros en estudios que buscan mayor y mejor profundidad.
Por ejemplo, en la evaluación de un proyecto para la construcción de un edificio destinado a locales comerciales, cuando el único existente mostraba, hasta ese momento, un evidente éxito, lo primero que se hizo fue averiguar cuántos permisos de construcción de edificaciones similares había otorgado la municipalidad respectiva. La magnitud de permisos aprobados o en etapa de estudio llevó a recomendar el abandono del proyecto, ya que, sin haber calculado siquiera los costos de construcción y los precios de venta, se pudo determinar que la competencia que enfrentaría al estar terminado lo hacía tremendamente arriesgado.
EL ESTUDIO EN NIVELES DE PREFACTIBILIDAD Y FACTIBILIDAD
Las etapas de prefactibilidad y factibilidad son esencialmente dinámicas; es decir, proyectan los costos y beneficios del proyecto a lo largo del tiempo y los expresan mediante un flujo de caja estructurado en función de criterios convencionales comúnmente establecidos.
La etapa de prefactibilidad proyecta los costos y beneficios sobre la base de criterios cuantitativos, pero sirviéndose de información secundaria (elaborada por terceros, como, por ejemplo, tasa de crecimiento de la población revelada por el Instituto Nacional de Estadísticas, registros de importación del Banco Central, etcétera). La etapa de factibilidad, por el contrario, busca determinar la información en la fuente que la genera.
Una forma simple para explicar la diferencia entre ambos niveles de estudio dice relación con el caso de la compra del terreno para construir las instalaciones de la fábrica. Si la superficie del terreno requerido fuese de 3.000 metros cuadrados y el precio promedio del metro es de 25 dólares, en nivel de prefactibilidad se usaría como cifra de inversión al resultado del producto de ambos valores, es decir, 75.000 dólares. Sin embargo, en nivel de factibilidad deberá verificarse la existencia de un terreno con las dimensiones deseadas, ya que lo más probable es que no se obtenga uno del tamaño exacto necesitado. De esta forma, si el terreno más cercano al tamaño requerido tuviera 3.180 metros cuadrados, en nivel de factibilidad deberá considerarse una inversión de 79.500 dólares.
EL CASO DEL AEROPUERTO
Un caso que puede aclarar más esta diferenciación es el que le tocó realizar a la sociedad de profesionales ACEC Ltda., a petición de la Intendencia de la Tercera Región de Chile, para determinar la viabilidad de reabrir el aeropuerto Chamonate de Copiapó, allá por 1979.
El aeropuerto había sido cerrado en 1974, por tener una demanda inferior al mínimo que justificaba económicamente su operación. Para definir si las nuevas condiciones harían recomendable su reapertura, se procedió a proyectar la demanda mediante métodos estadísticos que tomaban el comportamiento histórico y lo proyectaban en función de alguna de las variables que se aceptaban internacionalmente como estándares para estos casos, como era la tasa de crecimiento de la población, entre otras.
Los antecedentes así procesados indicaban la existencia de una demanda superior a la mínima exigida para reabrir el aeropuerto. Sin embargo, las dudas que se mantenían sobre el procedimiento nos hicieron recomendar la profundización del estudio en nivel de factibilidad.
En esta etapa se recurrió a la fuente misma de la información; es decir, mediante un estudio de investigación de mercado se procedió a investigar a los pasajeros de buses y vehículos que se movilizaban entre Santiago y Copiapó, quienes constituían la demanda potencial del proyecto.
El resultado indicó que no había la intención de cambio suficiente para asegurar la demanda mínima, ya que desde 1974 se había producido un cambio tan grande en la calidad, comodidad y horarios de los buses, que hacía menos atractivo el uso de otro medio opcional, como el avión.
UN CASO INMOBILIARIO
Otro caso a este respecto fue el de un proyecto de construcción y venta de un edificio de locales comerciales, oficinas y apartamentos de uso habitacional.
En nivel de prefactibilidad, el proyecto se evaluó basándose en informaciones de promedios de mercado (costo por metro cuadrado de las terminaciones de una obra gruesa construida, precio promedio de venta por metro cuadrado de locales de similar categoría en el centro de la ciudad, etcétera), obteniéndose un resultado que indujo a recomendar la implementación del proyecto.
Sin embargo, el cliente solicitó el estudio de factibilidad para tener más seguridad acerca de una inversión que recomendábamos efectuar. Para ello se contrató a una empresa experta en estudios de mercados habitacionales, a una de arquitectos y a otra de ingeniería, las que confirmaron, con un costo de varios millones de pesos, la recomendación preliminar.
Parece ahora fácil deducir que la etapa de factibilidad pudo haberse obviado. Sin embargo, durante la realización del segundo estudio, nadie podía estar seguro de cuán cerca o lejos estaría el resultado de los originalmente obtenidos.
EL PROYECTO EVALUADO: FUENTE DE INFORMACION
El problema se reduce, en consecuencia, al valor que cada una de las partes le da a la información. Mientras más aversión al riesgo tenga un inversionista, probablemente esté dispuesto a destinar más recursos a la realización de estudios más profundos. La evaluación del proyecto, en este sentido, sólo ofrece más información de la que se tenía antes de hacer el estudio. La cantidad y calidad de ella dependerá del nivel de estudio que se contrate y de los recursos que estemos dispuestos a gastar en ella.
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